23 oct 2022

EL YOGA ES EL CESE DE LAS FLUCTUACIONES MENTALES


Fujifilm XS10, Tailandia, Chiang Mai, 2021
Fujifilm XS10, Tailandia, Chiang Mai, 2021

Así describió el yoga el sabio Patañjali en su recopilatorio de textos conocidos como Yoga Sutra. En el siglo II a.C. el maestro que creó los fundamentos del yoga ya creía en la necesidad de aquietar la mente para llegar a un estado de conciencia superior.

Vivir en Tailandia y pasar un tiempo en la India, además de dedicar bastantes horas a la práctica y al estudio del yoga y del budismo me han ayudado a encontrar el foco, y a valorar la sencillez en las palabras, en los actos e incluso en los pensamientos, lo que no significa que no sea profundo o complicado, pero si sobrio y certero. 

Esto me ha llevado a mantener, a lo largo de los años, este sencillo espacio, como un pequeño templo que recoge mis pensamientos e historias de las personas que voy conociendo en el camino mientras viajo. Después de dedicar mucho tiempo a crear páginas web con diseños sofisticados, a darle vueltas a ideas con las que sorprender a los lectores y enfrascarme en la búsqueda de un proyecto viajero que pueda funcionar, hoy opto por cerrar todos esos espacios y quedarme aquí, en mi pequeño hogar digital nómada. Aquí, un espacio donde puedo compartir la travesía mediante la imagen y la escritura, sin expectativas, sin fluctuaciones mentales. 

"El yoga es la detención de los procesos mentales que conduce a la contemplación perfecta y al conocimiento pleno del objeto contemplado".

5 oct 2020

21 may 2020

ESTOS SOMOS NOSOTROS, ASÍ SOY YO.

Canon EOS 550D, Turquia, Estambul, 2019.

Volví en mis pasos hacía atrás para volver a admirar la bella estampa que mis ojos habían visto pocos segundos antes. Dicen, estos somos nosotros, así soy yo.

Callejear por las estrechas calles de Estambul acompañada de mi cámara era el momento más esperado del día en mis continuas estancias en la ciudad. Desayunaba el delicioso desayuno turco mientras charlaba con algunos de mis compañeros de habitación, aunque la mayoría de mañanas las disfrutaba en soledad saboreando el café a la luz del sol en la terraza del hostel.

Aquella mañana, junto a un compañero de viajes que recién había conocido, nos perdimos por las calles de Fatih. Y entonces allí estaba, lo que se convertiría, más adelante, en una especie de vaticinio. Aquellos dos humildes hombres charlaban tranquilamente en turco mientras tomaban un elma chai, en el interior de un local destartalado y totalmente vacío de clientes. La representación de un momento captado en el tiempo de una hogareña estampa que se convertiría, más adelante, en la expresión identitaria de uno de los pueblos más perseguidos de Turquía.

Volví en mis pasos hacía atrás para volver a admirar la bella estampa que mis ojos habían visto pocos segundos antes. Dicen, estos somos nosotros, así soy yo.

23 dic 2019

UN CHAI EN EL ATARDECER DEL BÓSFORO


Canon 550D, Turquía, Estambul, 2019
"Si aprendemos a ver así una ciudad y vivimos en ella lo suficiente para tener la oportunidad de unir su paisaje a nuestros sentimientos más auténticos y profundos, un tiempo después las calles de nuestra ciudad, sus vistas, su paisaje, se convertirán en una serie de cosas que, de la misma forma que hay ciertas canciones que nos recuerdan de inmediato amores y decepciones, nos recordarán uno por uno determinados sentimientos y estados espirituales".

Posiblemente Orhan Pamuk ha sido la persona que más profundamente ha estado enamorado de una ciudad caída en desgracia con el paso de los años y su ilusorio intento de una occidentalización que parece estar estancada.

Muchas son las veces que paseo por las calles de Estambul, pues por suerte o por desgracia tengo la oportunidad de viajar a Turquía en bastantes ocasiones a lo largo de este año. Recuerdo mis primeras impresiones de una ciudad fría y derrumbada en la que perderse por las callejuelas de Aksaray era una aventura; los hombres tomaban café turco en pequeños taburetes al lado de mesitas que se situaban en el exterior de las 'tabernas', mientras las mujeres, algunas con su característico hijab, paseaban por las calles acompañadas de sus hijos que se declaraban en huelga cuando no le consentían sus caprichos. Estas estampas costumbrista solo las encuentro cuando decido perderme y salir de barrios como Eminonü y Karakoi donde el turismo y la vida contemporánea se muestra en cada rincón de sus calles y habitantes.

Las siguientes veces que viajé a Estambul empecé a sentirme como en casa, a normalizar el camino ya conocido del aeropuerto a mi estancia y a las calles que por muchas veces que recorra siempre me transportan a un pasado otomano entre las mezquitas de Mimar Sinan y las teterias de narguile. El tráfico es concurrido y muchas veces la espera se hace más larga, pero en cada viaje espero con ilusión el momento en que a través del cristal de la ventana aparezca el mágico Bósforo iluminado por la luz de la luna que en la oscuridad de la noche se refleja en toda la ciudad.

El Bósforo causó en mí una inspiración que me hizo enamorarme poco a poco de Estambul, un amor que a su vez se convierte en un misterio en ocasiones y en rechazo en otras, cuando personas que he conocido en mis estancias en Estambul empezaban a confesarme sus historias. Turcos, kurdos, griegos, árabes... existe una gran variedad de comunidades que conviven en lo que una vez fue Constantinoble, un país que es famoso por su variedad cultural y religiosa y que acoge a miles de refugiados cada año, un país en el que supuestamente esta convivencia no deriva en conflictos ideológicos, supuestamente.

Sobre esta imagen idílica de un país que transcurre entre Oriente y Occidente se esconden realidades más duras que hoy día se pueden percibir siendo incluso una visitante de paso, una problemática social que se respira en el aire cuando paseas por las calles. Después de mi segunda visita a Estambul, empecé a entender el significado de aquellos grupos que se situaban a lo largo de la Avenida Istikal y cantaban mensajes de amor y libertad a su pueblo, sin embargo, desentendida de los diversos idiomas que aquí se hablan y de las problemáticas que aquí ocurren, en un principio sólo percibía la esencia de los artistas, pero no la emocional e identitária que percibiría con el paso de los días.

Las banderas rojas con la luna menguante y estrella blanca se alzan a lo largo del país para que no olvidemos las sangrientas batallas que lucharon los civiles turcos para conseguir su independencia, al mando del queridísimo nacionalista Ataturk, cuya imagen aparece colgada en cada uno de los establecimientos de la ciudad siempre que sus dueños sean de origen turcomano, Atatürk. Al mismo tiempo la bandera recuerda que estamos en un país donde se profesa la religión más expandida en el siglo XXI, el Islam, que ha sido instaurada nuevamente en el país por el actual presidente Erdogan, quien a su vez se ha hecho construir una mezquita al lado del monumento al republicano Atatürk.

De la misma manera que te enamoras de alguien, me enamoré de Estambul, y de las historias que ésta alberga dentro de sus muros, a cada cual más triste, injusta y esperanzadora. Una ciudad a la que tardaré en volver, por la que tanto paseé acompañada siempre de un refrescante Ayran por las calles de Aksaray, su aroma que vuelve a mí como ráfagas de nostalgias, y sus memorias que quedan como cicatrices de lo que una vez fue el destino de mis pasos. Y sobre todos esos recuerdos, el Bósforo, un Bósforo que iluminaba mi camino y me acariciaba con su fresca brisa en la contemplación que le dedicaba durante horas al atardecer, acompañada de la lectura de 'Estambul' de Orhan Pamuk.

Unas tierras que han supuesto un punto de inflexión en mi vida, pero especialmente en mi pensamiento. Hasta que volvamos a vernos Estambul.

7 jul 2019

LAS TRES GRACIAS EN LAS CIMAS DE CIORAN

'Toda gracia es un vuelo, una voluptuosidad de la elevación' nos dirá Cioran. Y es que las tres figuras femeninas procedentes del famoso mito griego, Las tres Gracias, se las ha representado desde sus orígenes en una danza situada en un entorno edénico entre el hechizo y la belleza de la primavera paisajística, en una especie de trance hipnótico que fusiona lo ritualístico con lo placentero. Lo más curioso es que el escritor existencialista considerado a si mismo como no-filósofo, dedique en su obra una parte al concepto de la Gracia como la salvación del ser humano dentro de lo terrorífico de la vida.

El término 'Gracia' alude en sus orígenes a las Cárites, que posteriormente la cristiandad adoptó para su glorificada Gracia Divina donde, según Santo Tomás, la Gracia es el don que posee el hombre para auto auxiliarse e inducirlo a crear buenas acciones en vida a través de Dios, un término que ha sido utilizado a lo largo de la historia por la religión para dar nombre a un estado glorioso del ser, donde el cristianismo ha hecho del término su propia apología.

Aglaya, Eufrósine y Talia, además de representar la gracia divina, también fueron la representación del canon de la belleza ideal de la época, que dejó una herencia en toda la historia del arte. Fue Rafael Sanzio uno de los primeros artistas en representar las tres figuras envueltas en una castidad sintética, desprovistas de lo que hoy en día podemos entender como 'gracia', con posiciones modelicamente perfectas imitan las esculturas griegas en la rigurosidad de sus formas y en sus expresiones que se alejan, en su evasión, de la mirada del espectador.

Será Rubens quien rompa con la imagen estática, recreando a las Diosas de la belleza a través de sus exhuberantes contornos que dejan a la luz un desnudo prominente, que roza lo sensual y encarna la imagen de belleza que se alababa en el Barroco, envueltas en una danza frenética donde la gestualidad y la posición han pasado a un segundo término. La evolución se fija en que la obra de Rubens parece más bien la captación de un instante, mientras que Rafael parece pintar unas modelos posando.

En Rubens se representa perfectamente lo que Cioran entiende por Gracia, opuesta a la desesperación: 

¿Acaso la danza no es la expresión más viva de la gracia? El sentimiento de la vida que da la gracia convierte a ésta en una tensión inmaterial, en un flujo de vitalidad pura que no sobrepasa nunca la armonía inmanente a todo ritmo delicado. La gracia actúa siempre como una fantasía de la vida, como un juego gratuito, como una expansión que halla sus límites en el interior de sí misma. De ahí que produzca la ilusión agradable de la libertad, del abandono directo y espontáneo, de un sueño inmaculado desbordante de claridad'

La belleza, el júbilo y la abundancia también serán representadas en escultura por Cánova, al estilo más Neoclasicista, el conjunto escultórico expresa una alta sensibilidad en las formas, las figuras interaccionan entre sí para demostrar una sutil sensualidad que conmueve el término que las caracteriza. El escultor representa con esta obra uno de sus mayores exponentes en lo que se refiere a las texturas cárneas y la elegancia de las formas, una sensibilidad que Cioran volverá a tratar en su obra 'En las cimas de la desesperación', donde alude la Gracia como la representación 
de una victoria sobre la presión de las fuerzas de atracción subterráneas, una evasión de las garras bestiales, de las propensiones demoniacas de la vida y de sus tendencias negativas. La superación de la negatividad es uno de los aspectos esenciales del sentimiento 'gracioso' de la existencia.'
Y es que el término en sí, relacionado con la religión, no deja de ser un estado de elevación ante la vida, sea a través del éxtasis dogmático o de la propia consciencia del existir sin Dios, una virtud que solo algunos hombres pueden alcanzar en su devenir existencial, lo que no supone una ignorancia ante lo aterrador del ser, sino más bien una iluminación en el camino de las pretensiones diabolicas.